Hoy cocino con aceite de Oliva, tengo un especiero muy completo con especias de todo tipo, varios cuchillos a elegir dependiendo de la tarea a realizar, ollas y sartenes antiadherentes, conservas varias, ingredientes de óptima calidad en la mayoría de los casos, y la verdad que todo esto hace que en casa nos alimentemos bien, variado y sano. Hoy en el entorno de la flia. vamos de campamento en verano o en otras épocas y cocinamos a campo, al fuego, con una variedad de ingredientes, sabores y técnicas igual o similar a la de nuestras casas. Esto nos lo permite el hecho de que por suerte en nuestra familia todos tengamos acceso al trabajo, y que eso nos da el aire para poder disfrutar de la variedad y la calidad aun estando de campamento.
Pero esto no siempre fue así, hubo épocas (finales de los 70 principios de los 80) en las cuales se pasaba al borde, en las que salíamos 15 días de campamento con la super justa. En donde se comía lo que se podía conseguir y la variación estaba entre los fideos y el arroz, en ambos casos con alguna lata del Chuy o salsa de dudosos ingredientes. Campamentos en donde había una sola olla para cocinar, una sartén y una lata para el agua del mate como batería de cocina. La espumadera y cucharon cuando habían, eran restos o caseros hechos con alambre y una lata de conservas en la punta de un palo. Media docena de varillas de hierro por parrilla y poca cosa más eran los elementos para cocinar que precisabamos. A veces más de 15 personas, con un bidón de 10 lts como fuente de aprovisionamiento de agua que se traía al hombro desde 10 cuadras. Realmente a pesar de todo este panorama, pasábamos bien, la frugalidad de la alimentación y la precariedad del mobiliario, no podían competir con las noches de fogón, el futbol en la playa y la alegría de estar junto a personas que uno quiere.
Pero si hay algo que se destaca de la frugalidad de nuestra alimentación era la ausencia de pan. Si de PAN ¡!!! Con los escasos recursos disponibles, comprar pan era una irrealidad, y a modo de remedo del mismo, preparábamos lo que llamábamos "Pan de Cazador". Este era un elemento que desde el fondo de los tiempos venía en el manual de 3ra. Clase del movimiento scout. Ni más ni menos que un engrudo firme (harina, agua y sal), que amasábamos y estirábamos en forma de largo cilindro, el cual enrrollado en una vara verde iba al fuego hasta que se cocinara. Duro, gomoso, pero con un glorioso aroma a humo y logro personal que sabia a banquete para esas bocas hambrientas. Lo probamos a hacer tipo galletas sobre una lata, arrollado a la vara, en el rescoldo, y nunca creo paso de ser un amasijo infame.
Hoy estoy seguro que ya dominando algunas técnicas más de cocina de campo o simplemente usando alguna levadura, el resultado sería otro, sin dudas mejor, pero nunca sabrá como aquel. Un clásico y contundente ejemplo de que la comida es más que los ingredientes que la componen.
El entorno y las condiciones ambientales son ingredientes tan claves, que definen y condicionan el resultado final, la experiencia sensorial, la recordación de un plato. Por eso cocinar debe ser un placer, un acto que uno debe rodear de cosas agradables. Si cocinamos así, con gusto, con y para otros, el resultado será bueno más allá de si el punto de cocción es el del manual o si la sazón esta justa. Le habremos puesto amor al cocinar, el más importante de los condimentos que se hayan descubierto a la fecha.
Abrazo, Mario
1 comentario:
Me encantó la historia! Te agrego que además cocinar con amor es sumamente creativo!!!
Abrazo.
Gely
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